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domingo, 3 de diciembre de 2017

Reading Paper Flowers 2017: Maritrini quiere ser escritora, Luis Cabrera delgado

Cada cierto tiempo me urge volver a leer libros libros para niños. No sé, algo tienen dentro que las historias hacen bien. Como el primer café del día, ese que te devuelve las tres neuronas funcionales y la motivación para salir de la cama en la mañana. Y esta vez, para no darnos más vueltas en el asunto, fue el turno de Maritrini quiere ser escritora. Y aviso de antemano que voy a pecar de Sanguchito de Palta y dar un resumen del libro con todas las de la ley. Corta.-

Como el título menciona, el libro trata la historia de esta niña, Maritrini, que a sus once años decidió ser escritora y quien describe desde un comienzo algunos de los incidentes ocurridos desde dicha decisión. Desde que su prima Elena, por ejemplo, que estudia en la universidad y es la única persona a quien se lo ha dicho, le sugirió que escribiese un libro para niños. El problema es que para Maritrini, no es una idea muy acertada, así que la descarta con el argumento con el siguiente argumento, LITERAL!:
"¿Cuándo has oído hablar de un escritor de libros para niños que sea famoso? Bueno… los de antes, pero esos ya están muertos".
Así que al final decide por seguir los pasos de autoras más famosas, esas que publican libros de recetas de cocina, porque es lo que "está a la moda" (Con esto se me vinieron inmediatamente a la cabeza Laura Esquivel, con su novela Como agua para chocolate que, para qué andamos con cosas, aún tengo en lista de espera; y la japonesa Banana Yoshimoto y su novela Kitchen , El cual me encontré hace poco en un intercambio de libros  y no sé que tan nuevo sea). Con esta idea en mente, Maaritrini determinó que ella también iba a aceptar ese reto, aunque confiesa con sinceridad que no sabe qué pueden tener en común una buena novela y las distintas maneras de cocinar el pollo.

Hay que dejar claro que las recetas que Maritrini va a describir en su libro no son las de cualquier dueña  de casa, sino las de su abuela paterna. Ésta señora muy particular, que está divorciada, se tiñe el pelo de rubio rojizo, fuma cigarrillos, lee revistas de artistas, habla alto, gesticula mucho, se viste con grandes escotes y obliga a sus nietos a que la llamen "tía", sale del típico esquema de una abuela común y corriente, esas viejitas, adorables, tiernas y buenas de las películas, que se dedican a tejer o a estar enfermas.

Lo primero que Maritrini necesita para empezar a escribir su novela es un cuaderno. Va a buscarlo a la destartalada y sucísima tienda del señor Pérez Gil, un hombre que según ella es hediondísimo y muestra cero preocupaión por su presentación personal. Y como este punto amerita una explicación, he aquí la que da la propia Maritrini:
 "Para apestar a chivo se debe usar un pantalón que nunca se haya lavado, una camiseta con manchas de mayonesa, sudor, salsa de tomate, aceite de bacalao y orines de mono". 

Asquito.

Los problemas de Maritrini comienzan aquí, porque comprenderán que no tenía con qué pagar el cuaderno, así que se vio obligada a decir una mentirita: su mamá se lo pagaría ese mismo día por la tarde. El tal señor Pérez Gil tenía fama por su avaricia,  así que Maritrini se las tiene que ingeniar para tratar de conseguir los mil quinientos pesos antes de que el comerciante vaya a ver a sus padres para reclamarle el pago y el respectivo interés del cuaderno que le debía su hija. Los problemas y las andanzas de esta pobre (pero ingeniosa) niñita constituyen el argumento principal de la novela de Luís Cabrera Delgado, que cuenta entrelazadas con muchísimas cosas más.

Están, en primer lugar, las recetas de la abuela, o mejor dicho, la "tía" de Maritrini. Por mencionar algunas de las incluidas en el libro tenemos: revoltillo natural, bistec frito, rollitos de jamón, Korea's rice, puré de papa, sopa polaca, y finalmente el café criollo. Lo interesante de casi todas estas recetas no es el plato en sí, sino la forma de prepararlo y presentarlo. Para el revoltillo, por ejemplo, se toman los huevos, se lavan bien, se les abre un huequito en el cascarón y por ahí se les sacan la yema y la clara. Después se cocina el revoltillo, que no voy a explicar cómo se hace porque todo el mundo lo sabe, y con una cucharita de té se rellena con él los cascarones por el orificio abierto al principio. Luego, cuando los invitados rompan el cascarón y descubran lo que hay dentro, podemos poner la cara más inocente del mundo y decir como la "tía" de Maritrini: "La gallina lo puso así". La receta del Korea's rice, por otro lado, aunque parezca que es muy difícil, no lo es: se lava el arroz y se echa con la sal y el aceite en la arrocera eléctrica. Se enciende ésta y a los veinte minutos ya está listo para servir. Y respecto al puré de papa, Maritrini da una sugerencia muy práctica: 
"puedes comprar las papas más baratas que haya en la feria, pues de todas formas los comensales nunca las van a ver enteras, y así te ahorras algún dinero".

A medida que Maritrini va describiendo sus recetas y sus andanzas va dejando entrever las relaciones que existen en su familia: entre sus abuelas, la de sus padres, incluso la suya con la de su hermano menor, dando un giro inesperado para la hora del café, que como bien menciona la "Tía" (Y para no echarle a perder el desenlace de la historia a nadie) siempre es bueno servirlo al final de la comida porque siempre lo último es lo que la gente recuerda.  


Si les gustan los libros infantiles y la comida tanto como a mi, o en el peor de los casos tiene a algún pequeño que deba/quiera leer este libro, dese el tiempo de leerlo con el. No se va a arrepentir.